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PESCANDO DINERO (Orientalismos) De Bishop K. C. Pillai

Del Libro “Orientalismos de la Biblia”

Traducción Española por Juan Luis Molina     

Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban los dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro maestro no paga las dos dracmas?
Él dijo: Sí, Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?
Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.
Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti. (Mateo 17:24-27)

    En respuesta a la pregunta del Señor Pedro le contestó correctamente que los tributos e impuestos eran pagados por los extraños (extranjeros) en vez de los hijos (nativos). Jesús dijo: así es, Pedro, nosotros no somos extranjeros aquí. Nosotros somos nativos y no deberíamos pagar dinero en impuestos. Sin embargo, para que no se ofendan, les pagaremos el tributo. Ellos no tenían consigo ningún dinero, pero tenían un pez en el anzuelo. Normalmente, eso no sería suficiente, pero lo poco se hace mucho si Dios se encuentra envuelto. Cristo mandó a pescar a Pedro.

     Surge una pregunta pensando cómo puede aparecer el dinero en la boca de un pez. Algunos han tratado de explicarlo sosteniendo que Cristo envió a Pedro a capturar peces, y después a venderlos en el mercado, y así volvió con el dinero para hacer el pago al recolector de impuestos. La Biblia no dice nada de eso. Declara abiertamente que el dinero se encontraría en la boca del primer pez que apareciese. También escuché decir que Jesús había puesto la moneda en la boca del pez y que entonces después le dijo a Pedro que lo capturase. ¡Qué ridículo suena eso! Si Jesús hubiese tenido el dinero en su posesión, entonces seguramente que no se habría puesto a jugar a una especie de "gallinita ciega" con su amado Apóstol. Simplemente se lo hubiese dado a Pedro. Eso es solo el producto de la imaginación y carece de verdad.

     ¿Habéis oído hablar alguna vez de un pez que guarde dinero en su boca?  Yo pienso que no. Nunca encontrarás un pez así en el mundo Occidental. Pero existe uno en las aguas Orientales. Se llama Musht. Este pez mide unos treinta centímetros de largo. Tiene una cabeza ancha y una especie de bolsa debajo de su boca. El Musht recoge monedas de oro y de plata, joyas, diamantes, y rubís -cualquier cosa que brille en el agua- y las guarda en la bolsa.

     Este pez en particular es muy astuto y difícil de capturar. Un hombre puede estar pescando durante veinticinco años y nunca haber capturado ninguno, o puede pescar uno en su primer intento. Todo depende de la bendición de Dios. Algunas personas se han vuelto ricas pescando Musht. Otros pescadores en cambio nunca los han visto.

    Ahora estarás sin duda alguna preguntándote, ¿cómo es posible que las monedas, los diamantes, etc., hayan podido llegar al agua? Una vez más un entendimiento de la cultura religiosa de la gente en el Oriente resolverá el problema.

       Las personas Orientales oran según las horas, cinco veces al día. Y una parte del entrenamiento y de la práctica es que dar una ofrenda hace parte de la oración. El orar y las ofrendas van juntas. Además, ellos también fueron enseñados desde jóvenes a no permitirle a su mano izquierda, que sepa lo que hace la derecha. En otras palabras, que la ofrenda no es para que la alaben los hombres. Si los objetos valiosos le fuesen ofrecidos al sacerdote, o a cualquier otro oficial del Templo, lo más probable es que recibiesen gracias a cambio. Esto es lo que ellos no quieren que ocurra, porque también fueron enseñados que si tú recibes la alabanza de los hombres por lo que haces, entonces ya estás recibiendo la recompensa en este mundo, y no la tendrás en el cielo.

       Para guardar el secreto de la ofrenda en confianza, se lanza entonces, sin saberlo nadie, la ofrenda muy a menudo al agua. Cualquier agua vale, pero la mayor parte de las veces las ofrendas se lanzan a las Aguas Santas. Ha sido publicado que, probablemente,  en las aguas del Ganges haya más riqueza que en cualquier otro lugar del Oriente. Eso se debe a que es considerado un rio Santo y millones de personas han arrojado en él sus ofrendas mientras oraban. Así es cómo el Musht consigue obtener el dinero para su boca.

    Pedro obedeció al Señor. Él actuó exactamente como se le había instruido. Él no tuvo que maravillarse pensando si el pez estaría o no estaría allí, o si tendría o no suficiente dinero en su boca. Él confió en Cristo. Y el Señor sabía dónde estaba el pez y le ordenó que apareciese el primero. Confiado cuanto bastase, cuando Pedro le abrió su boca encontró el dinero para pagar el tributo por Cristo y por él mismo.

       Si Pedro le hubiese puesto peros al Señor, difícilmente podríamos no darle la razón. Después de todo, el era un pescador de profesión y nunca había anteriormente pescado un pez como ese. Si hubiese obedecido al impulso de sus sentidos, basado en su experiencia pasada, se hubiese muy probablemente negado a obedecer el mandamiento del Señor. Es de loar que no dudase, sino que creyese. Actuando en su fe en Cristo, encontró la suficiencia abundante que mitigó y sació sus necesidades.

     Nosotros, también, podemos tener nuestras necesidades suplidas si no tratamos de "razonar" todas las cosas. Dios está ardientemente procurando en nuestros días encontrar a alguien que se quede firme en las promesas, sin que dude nunca. Nosotros no queremos actuar en la Palabra de Dios debido a que nuestros sentidos nos dicen que eso no funcionará. Y preferimos creerlos a ellos antes que a Dios. Esto es por lo que no tenemos milagros.

      La mayor parte del tiempo me temo que simplemente no confiamos en Dios. Pero nunca vamos a tener la experiencia que activa la esperanza hasta que actuemos en la Palabra como lo hizo Pedro. Si somos incapaces de creer a Dios, corremos el peligro de que no conozcamos a Dios -- que conozcamos solo "acerca" de Él. Yo no conozco a un extranjero lo suficientemente bien como para fiarme de él. Pero Cristo no es un extraño para mí. Lo conozco muy bien. Ya he tenido la suficiente experiencia con él en el pasado como para estar convencido, por encima de todas las dudas, de su suficiencia para hoy y para mañana.

      Un poco de tiempo después de mi conversión del Hinduismo al Cristianismo, comencé a aceptar la Palabra de Dios tal como está escrita y a actuar solo de acuerdo a lo que aprendía de ella. Mi vida ha sido repleta de victoria. Si hubiese yo olvidado la Palabra, yo estoy seguro que no estaría aquí hoy. Yo estaría muerto. Sin embargo yo he disciplinado mi vida para escuchar a Dios en vez de escuchar lo que me dicen mis sentidos. Ellos no son nunca de confianza. Dios sí lo es, siempre.

      Tú no puedes ponerte a actuar en base a mi experiencia, pero permíteme que comparta contigo una experiencia personal con la esperanza de que te pueda incentivar y mover a actuar según la Palabra de Dios.

     Cuando me mude de India para Inglaterra, yo no conocía ni un alma en aquel país. Había escrito al Christian Boarding House y solicitado una habitación. Les había pedido que alguien me fuese a buscar cuando llegase y les referí que pagaría todos mis gastos.

         Todas las personas en el barco decían palabras desesperantes. Uno de ellos dijo que no habría nadie esperándome. Otro me dijo que los ingleses no me aceptarían a menos que otros me presentasen. Pero yo no les hice caso porque sabía que nada puede venirnos de Dios que anule Sus promesas.

         Un día llegó una postal para mí al barco. El muchacho que la traía ya la había leído. Era del Christian Boarding House, y me informaban que no tenían habitación reservada para mí y que, por tanto, sería innecesario que mandasen alguien a buscarme. El muchacho me recordó que eso es lo que ellos me habían estado diciendo. También hizo algunos comentarios despreciables acerca de la dependencia de las personas Cristianas. Yo no le escuché. Yo no creo que Dios cierre una puerta a menos que Él abra otra. El Dios que realiza milagros en India para mí, estaría conmigo en Inglaterra. Con esta convicción, sacada de la experiencia, no estaba perturbado.

        Después de que el barco atracó, el tren estaba listo para llevarnos a todos a Londres. Yo no me montaría. Todos estaban tratando sus pasaportes para poder coger el tren. Yo me mantenía en uno de los lados del puerto orando, "Señor, me esperaré hasta que me abras otra puerta para mí." Un policía se acercó y me dijo, "Este es el último tren. Es mejor que se monte." Yo no le dije nada. Simplemente permanecí allí con mi corazón entregado a Dios. Entonces abrí mi Biblia y mis ojos se fijaron en el Salmo 46:10: Estad quietos, y conoced que yo soy Dios. Y dije, "Gracias, Señor, estoy en tu presencia firme, no estoy ansioso ni con miedo. No seguiré lo que mis sentidos me dicen, sino que seguiré aquello que Tú me dices.

       Al instante se presentó un oficial de las docas y me saludó. Me preguntó si yo era el Reverendo Pillai. Cuando le dije que sí, me condujo hasta un teléfono. Al otro lado de la línea se encontraba un hombre Inglés que había vivido en Madras durante treinta años como gobernador oficial. El conocía mi nombre y yo conocía el suyo, pero nunca nos habíamos encontrado. Él se había jubilado tres años antes y se había establecido en Londres con su familia. Había estado recibiendo periódicos de Madras todas las semanas y había leído que yo llegaba a Inglaterra. Él guardó la noticia y, en el día señalado llegué, y entonces llamó por teléfono a las docas del puerto. Y me invitó para ser recibido en su casa. Dijo así, "Tanto yo como mi familia estamos muy agradecidos de tenerlo entre nosotros. Cocinaremos comida india y cuidaremos de usted."

       Así que colgué el teléfono, Dios hizo que el tren esperase por mí. Ochocientos pasajeros ya estaban a bordo. Tan pronto como mis pies traspusieron la puerta, el tren comenzó a moverse.
     Los mismos muchachos que me habían hablado tan desesperanzadamente en el barco iban en el tren. Cuando les relaté mi historia se regocijaron mucho conmigo. Y cargaron mis maletas en la estación por mí.

       Después de llegar a Londres, tomé un taxi desde la estación de tren hasta la casa de las personas. Allí fui recibido de brazos abiertos. El Señor abrió otra puerta para mí. Y desde aquella, otra más, y otra y otra.

       Amigo mío, si Dios te dice que vayas a pescar dinero como el maestro le pidió a Pedro, ¡Ve!!! Aquello que Él ha prometido, Él es poderoso para cumplir. (Romanos 4:21)




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