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Las Ciudades de Refugio o, “El Nombre de Jesús”. I. Por John MacDuff

Muy queridos hermanos:

Es un gran gozo y privilegio presentarles esta primera entrega del libro “Las Ciudades de Refugio” de John MacDuff, un precioso regalo del cielo que está bendiciendo mucho mi corazón, y que pido a Dios, bendiga el suyo.

¡Que sea para gloria y alabanza de nuestro Dios!

¡Dios les bendiga!

En el amor de Cristo,

Claudia Juárez Garbalena

Las Ciudades de Refugio

o, “El Nombre de Jesús”

UN LIBRO PARA JÓVENES

Por John MacDuff, 1874.




"!Qué dulce suena el nombre de Jesús
al oído de un creyente!
Apaga sus dolores, cura sus heridas,
Y aleja sus temores.”



Mis queridos amigos:

Este pequeño libro contiene, con algunas adiciones, la sustancia de lo que se dijo un domingo a varios jóvenes oyentes. Puede servir para recordar a aquellos que escucharon, y para traer revelación a aquellos que no lo hicieron, algunas simples y conocidas, pero preciosas verdades del evangelio.

Que Él, cuyo NOMBRE está diseñado para exaltar, te bendiga al leerlo y permita que tu corazón repita como una propia experiencia feliz, el conocido verso del hermoso himno que he puesto en la portada.

I. LAS CIUDADES DE REFUGIO


Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado al otro lado del Jordán a la tierra de Canaán, os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. Números 35:9-11

Cuando viajaba a través de uno de los grandes pasajes alpinos que conducían de Suiza a Italia, observé, cerca de la carretera, a distancias regulares, varios edificios planos y cuadrados. En ellos (a veces sobre la puerta, a veces sobre el hielo) estaban inscritas las palabras: "Refugio No. 1", "Refugio No. 2", "Refugio No. 3", etc. Creo que había veinte en total. Me dijeron, al indagar, que estaban destinados a ser refugios para los desafortunados viajeros que pudieran ser alcanzados por las repentinas tormentas que tan a menudo descienden de las montañas nevadas que rodean la zona. Estos "Refugios", cuando los vi, estaban vacíos, pues era el comienzo del verano, cuando todo, incluso en aquella región elevada, parecía brillante y verde. Los rododendros alpinos estaban floreciendo, con sus flores rosadas, a los lados de la montaña; y ascendiendo habían preciosas flores azules, cerca de manchas perdidas de la nieve del invierno que todavía llenaban las crestas y los huecos en las partes más altas del paso. Raramente en esta temporada están los viajeros expuestos a cualquier peligro de una tormenta alpina.

Es diferente, sin embargo, en invierno o primavera, cuando las avalanchas caen de las alturas, o la nieve se amontona en grandes masas por este maravilloso camino. Muchos caminantes temblando han corrido con corazones agradecidos a estos refugios. Algunos han sido llevados allí, en estado de insensibilidad, por benefactores desconocidos, y al regresar gradualmente a la conciencia, han bendecido los corazones y las manos amables que los han salvado de una muerte segura, y ministran ahora para las necesidades de estos refugios. Para otros, ¡ay! han sido alcanzados demasiado tarde. Rescatados de la nieve de la montaña, han sido trasladados a estos "refugios" sólo para morir.

Al pasar por esos "refugios" alpinos, no podía dejar de recordar las maravillosas Ciudades de Refugio que Dios gentilmente proporcionó en la antigua Palestina para el infortunado homicida.

Algunas veces sucedía en la tierra de Canaán, como en nuestro propio país, que un hebreo, sin ningún mal propósito, causaba la muerte de un hermano hebreo. No tenía la intención de infligir ningún daño; era el resultado simplemente de un desafortunado accidente. Pero, a pesar de eso, para mostrar lo detestable que es para Dios el derramamiento de sangre, él era expuesto, por la ley Levítica, a ser asesinado por el Vengador, que era la persona más cercana y relacionada con el hombre asesinado. Si deseaba escapar por su vida, su única oportunidad de seguridad era huir a una de estas ciudades de Refugio. No importaba su edad, nombre o etapa en su vida. Podía ser joven o viejo, príncipe o noble, sacerdote o profeta, él estaba expuesto cada momento a la muerte, a menos que aprovechara el refugio ofrecido. No había tiempo que perder. Debía huir inmediatamente. ¡Retardarse podía representar la muerte!

¿No piensas con pena del infeliz fugitivo, obligado así de repente a abandonar su hogar y todo lo que más amó en la tierra? Si en el momento en que causó la muerte, él estaba trabajando en su viña, la herramienta de podar debía ser dejada en la rama. Si él estaba arando con su yunta de bueyes, debía dejarlos andando en el surco. Si estaba ocupado cosechando en su campo, debía dejar las gavillas desatadas, y los segadores recibirían su salario de manos de otros. Si regresaba a su casa fatigado por la tarde después de las labores del día, y deseando un merecido descanso, no se atrevía a "dar sueño a sus párpados". Su hijo podría estar enfermo y postrado en casa, pero podía ponerlo en peligro al volver a abrazarlo a él y a sus otros hijos pequeños, y ofrecerles una despedida. Tal vez no tenía tiempo de cambiarse de ropa ni de llevar su bolso, ni su vara de peregrino. El vengador de sangre podría estar en la siguiente calle, o en la casa contigua. ¡Esperar otra hora podía ser fatal! "Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida". (Job 2:4).

Se apresura con un apuro sin aliento, a lo largo del camino sube el empinado ascenso, con el pecho agitado y gotas de sudor en la frente. Sus amigos pueden encontrarse con él, pero agitando la mano, se apresura con un paso veloz. Bronceado por el calor del mediodía, y con sed, mira con ansia las uvas maduras que cuelgan en racimos púrpura por el camino, o el agua que gotea por el estrecho barranco. Pero no se atreve a hacer una pausa. Sabiendo muy bien que el vengador se aproxima en cercana persecución, él se apresura con un ardor inquebrantable. ¡Una mirada de alivio, al ver por fin, en alguna ladera de montaña, la anhelada ciudad de refugio! Aliviado, cuando, cansado y con los pies dolidos, cubierto de polvo, los portales de la ciudad se cierran tras él. Pocos momentos antes, si lo hubiera alcanzado en la cumbre de la montaña su perseguidor, se habría oído gritar, en amargura y desesperación: "¿Me has encontrado, oh enemigo mío?" Ahora, a salvo en un refugio seguro, puede regocijarse exclamando: incluso con el vengador cerca de él, "!Mis enemigos se han encontrado con su destino!" (Salmo 9:6 KJV).

Estas Ciudades de Refugio forman una de las REPRESENTACIONES en el Antiguo Testamento del pecador, y de la salvación del evangelio que vendría. Dios usó con frecuencia tales representaciones para enseñar al pueblo judío grandes verdades del evangelio.

Justo como sabemos que a los lectores jóvenes les gusta mucho más un libro de historia cuando tiene retratos en él; así Dios enseñó a la iglesia primitiva, cuando estaba en un estado de "infancia", por medio de representaciones o tipos; y la presente fue una de ellas. Representaba y aun representa, al pecador que ha violado la ley divina como perseguido por un vengador, la JUSTICIA, siguiéndolo con una espada desenvainada, exclamando: "El alma que peca, ¡seguramente morirá!" (Ezequiel 18: 4) "¡Tengan la seguridad de que los impíos no quedarán impunes!" (Proverbios 11:21).

Esta es también una representación que se aplica a todos sin excepción, ricos y pobres, padres e hijos, amos y siervos; "Porque todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". (Romanos 3:23). Pero una CIUDAD gloriosa, "la salvación en sus muros y fortalezas", abre sus puertas. El pecador es exhortado a "escapar allí"; Para "no permanecer en la llanura"; ¡Para "huir por su vida, para que no perezca!" (Génesis 19:17). Esa ciudad es Jesús, el Refugio del pecador y el Amigo del pecador. Una vez dentro de sus muros, ningún enemigo puede tocarlo: ninguna espada puede aterrorizarle. Puede exclamar triunfalmente: "¿Quién me separará del amor de Cristo?" (Romanos 8:35).

Queridos jóvenes y amigos, es porque sé que esta Ciudad de Refugio está abierta para los más jóvenes de ustedes, que ahora escribo estas páginas. Amo leer acerca de un grupo de pequeños que, hace mil ochocientos años, se reunieron alrededor de sus puertas, pidiendo admisión; y cuando otros, con palabras crueles, los apartaban, Aquel que tiene las puertas en su mano, "que abre y nadie cierra" (Apocalipsis 3:7), dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis” (Mateo 19:14). Es porque creo y sé que muchos tan jóvenes como ustedes han obedecido la invitación del Salvador, y ya han entrado en esta Ciudad feliz, que les pido que vengan y escuchen mientras les hablo acerca de ella.

Yo creo y sé que muchos de ellos se han dado cuenta de que son pecadores, y que necesitan un Salvador. Ellos han sido enseñados por la misma Palabra y el Espíritu de Dios, que han quebrantado Su ley santa, y por lo tanto están expuestos a la ira eterna. Pero ahora están a salvo dentro del Refugio del Evangelio. El "enemigo" está "quieto". El "vengador" ha enfundado su espada. Pienso que puedo oír sus jóvenes voces, mientras marchan por las calles de la Ciudad, cantando: "De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo [vengador]" (Salmo 8:2). Y, "Bendito sea el Señor, porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en CIUDAD FORTIFICADA" (Salmo 31:21).

II. LAS SEIS CIUDADES   

           
“Entonces señalaron a Cedes en Galilea, en el monte de Neftalí, Siquem en el monte de Efraín, y Quiriat-arba (que es Hebrón) en el monte de Judá. Y al otro lado del Jordán al oriente de Jericó, señalaron a Beser en el desierto, en la llanura de la tribu de Rubén, Ramot en Galaad de la tribu de Gad, y Golán en Basán de la tribu de Manasés. Estas fueron las ciudades señaladas para todos los hijos de Israel, y para el extranjero que morase entre ellos, para que se acogiese a ellas cualquiera que hiriese a alguno por accidente, a fin de que no muriese por mano del vengador de la sangre, hasta que compareciese delante de la congregación.” Josué 20: 7-9.

Es de estas seis ciudades aquí mencionadas, que voy a hablar ahora. El nombre de cada una de las seis tiene algo significativo que decir acerca del NOMBRE DE JESÚS. Son seis representaciones o retratos del Salvador, colgados en la galería de imágenes del Antiguo Testamento. Voy a pedirte que viajes conmigo a estas ciudades de la antigua Palestina. Antes de entrar en sus puertas, me gustaría volver a repetir el verso del precioso himno colocado al principio de este libro:

"!Qué dulce suena el nombre de Jesús
al oído de un creyente!
Apaga sus dolores, cura sus heridas,
Y aleja sus temores.”


Primera Ciudad: CEDES

Si miras hacia el norte en el mapa de Palestina, sobre el lago de Merom, cerca de los picos nevados del monte Hermón y el Líbano, verás dónde se encuentra esta ciudad-Refugio. Los viajeros recientes describen que sus ruinas todavía están de pie en una cresta rocosa en medio de verdes colinas, rodeado con los restos de fuertes y castillos construidos en la Edad Media. Estaba situado dentro de la tribu de Neftalí, y debió ser una gran ciudad en el momento en que el viejo guerrero Barac, que nació dentro de sus muros, y marchó de sus puertas para encontrarse con Sísara en la llanura abajo con sus novecientos carros de hierro.

¿Qué dice su nombre de Cristo?


La palabra hebrea CEDES significa "Santo". Jesús era "El Santo". Ninguna mancha de pecado contaminó su santa naturaleza humana. Ángeles en el cielo, mientras lanzaban sus coronas a Sus pies, gritaban: "¡Santo, santo, santo!" (Isaías 6:3). Los demonios en la tierra se vieron obligados a exclamar: "Sé quién eres, EL SANTO DE DIOS" (Marcos 1:24). Los sacerdotes judíos, mientras hablaron de él en la antigüedad por representaciones, tomaron "un cordero sin mancha" (Éxodo 12:5). Los profetas judíos, al hablar de Él en sus predicciones, lo llamaron "El renuevo justo (o SANTO)". (Jeremías 23:5) Los Apóstoles, al escribir acerca de Él, dijeron: "SANTO, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos" (Hebreos 7:26). Cuando Él mismo estaba en la tierra, pudo desafiar a sus peores enemigos diciendo: "¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?" (Juan 8:46). Y poco después de su ascensión, desde su trono en los cielos, lo encontramos proclamando su nombre: "¡El SANTO, el Verdadero!" (Apocalipsis 3:7).

Lector, recuerda esto. Jesús nunca podría haberte salvado, a menos que Él sea "glorioso en santidad". Si Él hubiese tenido un pecado en Él, ¡tú y yo estaríamos perdidos para siempre! Así como una fuga en el arca de Noé la habría hundido, una fuga de pecado en Jesús, la verdadera Arca de Salvación, ¡nos habría sumergido a todos en las profundidades de la desesperación eterna! Entonces, amemos caminar alrededor de las paredes de CEDES, y pensar en nuestra "Ciudad del Refugio" como "El SANTO Hijo de Dios, Jesús" (Hechos 4:27).

Y cuando reflexionas sobre su santidad, procura ser santo, tal como Él lo fue. ¡Cómo odiaba el pecado! ¡Cómo le gustaba hacer la voluntad de su Padre celestial! ¡Qué gentil, bueno y bondadoso fue con todos! Nunca estaba enojado, o sobre pasado por sus emociones, o colérico o vengativo. Cuando era joven, en su hogar en Nazaret, Él "crecía en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52). ¡Sé como Jesús en su santidad! ¡Que CEDES sea una palabra escrita en sus jóvenes corazones! Cuando sea que tengas problemas, dificultades o tentaciones, siempre pregunta: "¿Cómo habría actuado el SANTO JESÚS aquí?" Convierte las palabras del bien conocido himno en una oración. Mientras dices...

"Anhelo ser como Jesús,
Manso, humilde, amoroso, moderado;
Anhelo ser como Jesús,
¡El Santo Hijo del Padre!"


Segunda Ciudad: SIQUEM


Siquem estaba situada al borde de un valle entre las colinas de Efraín. Las famosas montañas de Ebal y Gerizim se alzaban a ambos lados, de cuyas laderas las bendiciones y las maldiciones de la ley fueron proclamadas a los oídos del Israel reunido. Si Jerusalén era la más grande y la más extensa de las ciudades de Palestina, entonces Siquem era quizás la más bella. Todavía es descrita por los viajeros como uno de los lugares más hermosos de Tierra Santa, con sus huertos de aceitunas, higos y granadas, y sus bandadas de pájaros cantores, que han hecho que los habitantes le den a la bella pendiente que se mira hacia abajo, el nombre de "Valle Musical". No sé si las calles de la antigüedad se parecían a lo que son ahora. Lo que sigue es la reciente descripción de un viajero familiarizado con ellas: "Tienen moras, naranjas, granadas y otros árboles mezclados entre las casas, cuyas flores perfumadas llenan el aire con una dulce fragancia durante los meses de abril y mayo".

No requieres que se te diga que Siquem es una ciudad muy antigua, y que muchos eventos interesantes en la historia sagrada tuvieron relación con ella. La primera mención que se hizo de ella fue cuando el patriarca Abraham durmió bajo sus robles, cuando vino a Canaán desde la lejana Caldea, y erigió su primer altar bajo su sombra (Génesis 12:8); y uno de los últimos registros bíblicos con respecto a ella, está relacionado con la mujer de Samaria, cuando Jesús se sentó con ella en “el pozo de Sicar”, y le habló de la mejor fuente, “que salta para vida eterna" (Juan 4:14).

¿Qué nos dice el nombre SIQUEM de Cristo?

Es una palabra que significa "HOMBRO".

Jesús, nuestro Refugio, llevó a un mundo culpable sobre Sus hombros. Los antiguos tenían un legendario Atlas, el cual debía llevar la tierra sobre sus hombros. ¡Jesucristo es el verdadero ATLAS! "¡Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores!" (Isaías 53:4). Todos los pecados de toda su gente, ¡Jesús se los llevó para siempre! ¡Piensa en aquella pesada carga que lo postró hasta la tierra en el jardín de Getsemaní, y que causó que gotas de sangre salieran de su frente! Ningún otro sino Jesús podría haber llevado un agobio y una carga tan horribles como éstas. Ningún ángel o arcángel podría haberlo hecho. Jesús, siendo el Hijo de Dios, fue el único capaz de "salvar perpetuamente" (Hebreos 7:25). Él es el único "fundamento seguro" que podría sostener todo el edificio (Isaías 28:16-KJV). Con cualquier otro, habría caído en un montón de ruinas.

Yo amo no sólo visitar la vieja ciudad de Siquem, y pensar en Jesús llevando la culpa de Su pueblo sobre sus hombros, sino me gusta pensar en Él como el verdadero SIQUEM ahora. Él es nuestro Siquem a la diestra de Dios. "El gobierno está sobre Su HOMBRO" (Isaías 9:6). ¡El mundo entero es sostenido por Él! ¡Todos los cristianos son sostenidos continuamente por Él! Los creyentes -los más pobres, los más débiles, los más humildes- están sobre los hombros de Jesús. Él lleva el peso de todos ellos; amándolos a todos, atendiéndolos a todos, intercediendo por todos ellos. Todo lo que tiene que ver conmigo: la comida y la ropa, la salud y la fuerza, los amigos y el hogar, ¡son regalos de Él! Cada lágrima que derramé, él lo sabe, Él las conoce. Si estoy bajo dolor y prueba, entraré por las puertas de esta ciudad SIQUEM, y recordaré: "Jesús (Jesús, que murió por mí), me lleva sobre su hombro".

Moisés habla de Dios dirigiendo a los hijos de Israel por el desierto en la antigüedad, como un padre bondadoso lleva a su hijo débil y cansado en su hombro. "Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar" (Deuteronomio 1:31). Y David dice en la hora de angustia: "Estoy agobiado y necesitado, pero el Señor me lleva en Su corazón" (Salmo 40:17-KJV).

Me gusta mirar ese retrato del Nuevo Testamento: Jesús, el Buen Pastor, llevando una oveja enferma o a un cordero joven sobre su hombro, de vuelta al redil. Aquella pobre oveja errante se había extraviado en las montañas oscuras; pero el grandioso y gentil Pastor la había seguido "hasta que la encontró, y cuando la encontró, la puso sobre sus HOMBROS, regocijándose" (Lucas 15:5-KJV).

Lector cristiano, ¡qué perfecta seguridad y cobijo tienes en Jesús, y en Su Ciudad del Evangelio! Mucho, mucho más que el homicida en la antigüedad, en su ciudad de refugio. Me atrevería a decir que, aunque él fue librado del vengador, el refugiado no podía evitar algunas veces temer que el vengador pudiera venir secretamente. Me atrevería a decir que, por la noche, solitario en su cama, a veces soñaba con el vengador que lo asaltaba junto a su almohada, y él se sobresaltaría de su sueño y quedaría sin descanso ante la atemorizante visión. No es así en el caso de los que han huido al "Refugio del Evangelio". Ellos pueden decir con dulce confianza: "En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado" (Salmo 4:8). El que es su "Guardián" dice de ellos: "y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:28).

Traducción: Claudia Juárez Garbalena

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